miércoles, 1 de agosto de 2012

El Padre Aguayo

Había venido al mundo el 16 de diciembre de 1836 y se bautizó en la Iglesia Mayor un 18 de diciembre, festividad de Nuestra Señora de la Esperanza. Hablamos de uno de los motrileños más ilustres, quizás más polémicos y controvertidos y por supuesto, adelantados a su época. Antonio Aguayo provenía de una familia asentada en Motril desde mediados del siglo XVII y que presumía nada menos de entroncar genealógicamente con la casa real astur. Su padre era sastre y siempre procuró que el hijo siguiera sus pasos y heredara el nada exangüe negocio familiar; pero la madre se empeñó en que el menor de los varones hiciera carrera eclesiástica y en el Seminario Mayor granadino terminó convirtiéndose en teólogo y recibiendo el Orden Sacerdotal corriendo el año 1859.

Antonio Aguayo cantó su primera misa en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza y se encargó de la Iglesia de la Victoria, entonces ayuda de Parroquia de la Mayor o de la Encarnación, a su vez que atendía la Capilla del antiguo Hospital de fundación regia (Los Hospitalicos); aunque también se destacó en su labor dentro de la colación de Capuchinos.

Díscolo desde el principio, censuró vehementemente las prácticas religiosas del sacerdocio español; abogó por una Iglesia que volviera a sus orígenes y demandó una sociedad más justa, empeñándose en atender a los jornaleros que acudían al Motril de la época a ganarse la vida en las campañas agrícolas. Dio la espalda a los placeres que la sociedad acomodada motrileña le brindaba a las fuerzas vivas, negándose a acudir a las “fiestas de sociedad” y meriendas que las familias más brillantes ofrecían en sus casas. Fue muy crítico con los gobiernos conservadores del reinado de Isabel II y especialmente defensor de la causa de Riego (1820-1823) y la represión que siguió al breve periodo liberal que trajo el levantamiento durante el reinado de Fernando VII (el Trienio Liberal).

El 1 de agosto de 1864 hacía pública su “Carta dirigida a los presbíteros españoles”... que conmocionó a la Iglesia Española de la época. Acusado de herético y conminado a retractarse, eso hizo un año después, aunque las acusaciones y denuncias de su texto hoy día son perfectamente entendidas por la Iglesia Católica y por cualquier estamento de poder conservador.

Acabó sus días en Buenos Aires, donde desposeído de su función sacerdotal, dirigió un periódico progresista. Es hoy día un símbolo de la Iglesia Protestante española, un reformador que se adelantó más de un siglo a su época, uno de los curas que durante la recta final del franquismo, habría sido denominado “obrero”. Pidió y solicitó un mundo más justo y no ahorró en acciones solidarias y caritatitvas.

En las imágenes que adjunto, puede leerse su historia y el contenido de su carta. Ningún católico actual estará hoy día en contra de su pensamiento y de cuanto expresó aquel 1 de agosto de 1864 cuando hoy se cumplen 148 años de un texto que rezuma contemporaneidad y que constituye un adelanto moral e ideológico sin precedentes a su tiempo. Y no estaría de más, que para la redonda fecha del 150 Aniversario, Motril hiciera lo posible por honrar la memoria de uno de sus más preclaros hijos, que barrunto, desagrada a algunos por sacerdote y a otros, por sacerdote adelantado... Pero que honra su cuna y a quienes se sienten motrileños. Y la patria chica, siempre ha sido trascendental en la arquitectura de la humanidad.