martes, 25 de enero de 2011

Salvemos nuestro patrimonio

La Casa Ruíz es un edificio singular en Motril; no porque en efecto, su construcción suponga un hito dentro de la arquitectura o deba mencionarse en las páginas de la historia del arte, sino porque en esta ciudad tan desalmadamente olvidadiza con su patrimonio, la casa de la aristocrática familia Ruíz de Castro, constituye un hito, uno de los pocos elementos patrimoniales dignos de conservar. Y hace unos meses, el Ayuntamiento de nuestra ciudad, decidió rehabilitar el edificio (de él diremos que se trata de una casa burguesa de finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX) y emplear su uso para convertirlo en contenedor cultural para Motril. Este nuevo uso ha implicado que se cometa una tropelía en el caserón. Hemos pasado todos de felicitarnos, a mostrar la más absoluta de las penas, porque acaban de destrozar todo lo único que tenía de histórico (ya digo que los valores fundamentales del edificio no eran otros que los históricos, y escuetamente los artísticos) convirtiendo el mismo en un esqueleto del que han respetado la fachada, para adecuar en el interior de ese vacío urbano las necesidades derivadas del nuevo uso que se le quiere dar a la Casa.

Esta presentaba particularidades propias de las construcciones de la época. Más que notorios artesonados o destacables conjuntos, había que valorar la disposición, la manera de distribución espacial y lo que para la historia (como documento vivo) supone conservar las formas y maneras de construir, distribuir y plantear una edificación de este tipo; de ahora en adelante, destruido su interior, vacío, huero, la Casa Ruíz ofrecerá una triste fachada simple y sin decoraciones que hablen de su antigüedad o de la prosapia de su arquitectura, de forma que será imposible (con moral artística, claro) decir de ahora en adelante, que estamos ante una casa del siglo XVIII o XIX, simplemente porque su mayor parte, su casi totalidad, ha sido derruida. No tendremos ni materiales, modos técnicos ni artesanías históricas... No tendremos formas espaciales, conceptos de planificación y diseño arquitectónico de la época... No tendremos nada que nos pueda servir como guía del pasado. Que nos hable en efecto del edificio. Se ha cometido la salvajada que tan extendida, calificamos como falso histórico. A la manera si me permiten de Violet le duc.

La preocupación por el patrimonio ha sido desde finales del siglo XIX una de las máximas de toda civilización culta, de toda ciudad con las ideas claras y los motivos saludables. Durante años han ido definiéndose los criterios y recomendaciones que terminarían plasmados en las denominadas "cartas internacionales". Nacían la Carta de Atenas (1931), la Carta de Venecia (1964) o la Carta de Ámsterdam (1975 como documentos suscritos por expertos de todo el mundo, grandes legislaciones para todos los países con el objeto de ir dando luz y guiando el camino de la intervención en los monumentos, en un campo científico que, hasta entonces, nunca había sido tratado.

Hoy en día se propone un riguroso método de trabajo basado en tener en cuenta el objeto (monumento) y sus necesidades y las de su entorno humano, más que las doctrinas o ideologías con las cuales se pueda identificar, estudiando en cada contexto qué solución puede ser la más eficaz en cada caso, de manera que la colectividad, destinataria de este patrimonio, disfrute de los beneficios derivados de su conservación.

Los monumentos se valoran desde tres puntos de vista fundamentales: documental o histórico, arquitectónico y significativo, definiendo la autenticidad no sólo en función de su materia original sino de su capacidad para garantizar la permanencia de sus valores esenciales. Nos hemos cargado por tanto los valores de nuestra Casa Ruíz, siguiendo al prestigioso González Moreno; hemos acabado con su valor documental o histórico, hemos demolido la casi totalidad de su valor arquitectónico al conservar la reducida parte que corresponde a la fachada y hemos dejado muy en cuestión su valor significativo dentro del patrimonio local, al menos hasta el punto de inicio de su restauración. En una palabra, la práctica de este tipo de intervenciones (que jamás podremos entender como restauraciones) es muy peligrosa y desde luego denigrante para el patrimonio, para Motril y me temo, pueda estar produciéndose en la Casa Garach. Alguien debía alzar la voz.

En la Casa Ruíz, como cualquier historiador del arte puede precisar, se ha desfigurado el carácter constructivo, restando al edificio su tradicional identidad y sus valores de autenticidad que le conferían el carácter de pieza patrimonial. Ya, por desgracia, no lo es. Su nuevo uso, que para muchos es entendido como salvador quizás haya sido su verdugo: la idea de salvar de la ruina la casa Ruíz para que perdure en el tiempo ha hecho que perdamos el edificio para la historia y para el arte. Su traumática intervención ha falseado la realidad y nos ha privado de otra pieza más de nuestro patrimonio. Estas viviendas que se restauran para adaptarlas a las condiciones higiénicas y de confort que los tiempos modernos exigen, implica notables cambios en las cubiertas (tejas y chimeneas), nuevos huecos en fachadas, nuevas carpinterías exteriores, garajes, calefacción, solería… que de no tener un cuidado tratamiento puede perderse toda o buena parte de su identidad, pero es que en este caso, lo hemos perdido todo. ¿De qué nos sirve una fachada mal contada?

Yo protesto. Me rebelo. Yo no quiero un Motril que conserva de esta forma lo poco que le queda. Me duele el patrimonio en general, y más el de una tierra que siento como mía. ¿Se estará produciendo esto en la Casa Garach? Y de ser así, ¿podremos evitarlo y que no suceda como en la Casa Ruíz? Y conste, que soy votante del PP local. Y lo seré en las siguientes elecciones. Pero el equipo de gobierno motrileño, ha actuado aquí sin tino ninguno. Y debe reconocer su error.

viernes, 21 de enero de 2011

San Sebastián, Patrón de Motril


Parece mentira que haya pasado tu día sin que nadie mueva un solo dedo, al menos, para mantener viva la historia cada vez más desvencijada de este Motril que cada año que pasa sufre otra derrota patrimonial y vernácula. Parece mentira que más allá del credo, de la fe, del sentimiento religioso o no, Motril se muestre satisfechamente olvidadiza, indómita, portaestandarte de una abulia apática que me remueve las entrañas mismas de mis raíces.

Parece mentira que el día de San Sebastián, desde que ardiera el contenido y el continente en aquel 25 de julio de 1936, la ciudad dormite y ni siquiera las voces autorizadas que debieran (y responsabilidad de ellas es) se atrevan a reclamar la recuperación de uno de los hitos históricos y devocionales del motrileño. Y os estoy acusando incluso a vosotros, mis amigos, mis hermanos, los mismos que tenéis un blog como este y no habéis aunado esfuerzos por vindicar la figura del Patrón.
Parece mentira que Motril sea la única ciudad que conozco con patrón pero sin figura a la que rendir culto; con patronato vacante, con protección intangible. Parece mentira que desde aquel año de 1523, cuando una epidemia de peste se desata en la ciudad y el Cabildo de la Villa apele a la protección de uno de los santos más venerados en la Iglesia, se eche tierra sobre el pasado y sobre los lazos que vinculan con la idiosincrasia motrileña y nadie haya hecho lo más mínimo por devolver un espacio y un lugar, o al menos una Imagen decorosa, a los templos locales.

Y parece mentira que se quedara en agua de borrajas aquel 1999, cuando Curro y Antonio González, José Prieto, Manuel Terrón y un servidor nos fuimos a la Concejalía de Cultura y ante uno de los más capacitados y preclaros motrileños que es Manuel Domínguez, entonces concejal, le propusiéramos elevar un monumento a San Sebastián en el vacío urbano (tristemente ajardinado) frente a la Palma que fue el sitio donde estuvo la ermita del Patrón de una ciudad que se ha olvidado de sus tradiciones, de su pasado, de los hitos y fechas trascendentales y si además, es católico el motrileño, hasta de la fe y devoción de sus mayores. Lástima de elecciones que nos sorprendieron y dejaron al competente concejal sin la posibilidad de llevar a cabo el proyecto, con un boceto en barro que conservo en mi casa, y que cada 20 de enero saco de su estante acristalado para mirarlo de cerca y contemplar su hechura valedera y correcta que moldeó Ángel Asenjo Fenoy, el imaginero de las catedrales... Porque ante él, me pregunto, cada 20 de enero, qué hace de esta tierra un continente de desidia y pasotismo, reviviendo las palabras de Lorca, que hablaba de indolencia.

Parece mentira que un día después de la fiesta del Patrón de los motrileños, de San Sebastián Mártir, nadie con un espacio público haya querido reservarle un hueco a la historia, al patrimonio perdido, a la figura lacerante no ya del santo, sino del mismo Motril, y reivindicar, como yo ahora, la trascendencia jamás entendida por estos lares, que tiene el pasado. ¡Parece mentira que mi patria chica sea la única población del mundo occidental, con patronato sin patrón y con fiesta sin santo. Porque aquí, la oscuridad es más negra que en otros sitios...

jueves, 13 de enero de 2011

El Voto Perpetuo de la Ciudad

A las 17:30 horas del 13 de enero de 1804 un fuerte terremoto arruina decenas de casas en Motril, echa abajo la torre de la Iglesia de la Encarnación, daña sustanciosamente los Conventos de Franciscanos y de Capuchinos y provoca el caos público. 23 minutos después, una réplica vuelve a sentirse. Dura el temblor en esta ocasión, 40 segundos. Aparecen los primeros heridos. Pero la tierra no está dispuesta a parar. A las nueve y cinco minutos de la noche del 13 de enero, vuelve a moverse el suelo. Y sucede también a las doce y cuarto del ya 14 de enero, y durante ese día, a las 03:20, a las 06:08, a las 09:04, a las 12:03, a las 16:06, a las 19:11… Las réplicas y nuevos temblores, siguen a lo largo del 15 de enero: a las doce y cinco minutos, a las 03:00 y a las 06:15 de la mañana. Se registran en total 13 terremotos en 37 horas. Algunos, han alcanzado el nivel 8 en la escala de fuerza de estos.

Esto provoca que Motril, el mismo 13 de enero, mediante el Arcipreste de la Ciudad y Rector de la Colegiata y en compañía de los regidores y el corregidor del Cabildo Municipal, pida la intercesión de Santa María y Nuestro Señor Jesús, en las advocaciones de Cabeza y Nazareno, la primera por ser la Imagen con más devoción desde siglos atrás, y la segunda por el calado emocional del que ya gozaba. Desde esta fecha, se acuerda celebrar unos Solemnes Cultos en honor de ambas Imágenes y un Voto Perpetuo fijado el 13 de enero, para que, con la encomienda y rezos de los motrileños, y mediante la intercesión de la Patrona y el Nazareno, jamás nunca suceda algo tan cruento en Motril. Acaba de nacer la Fiesta del Voto.

El cese de dichos terremotos se cree es por intermedio de tan Sagradas Tallas, que pasan a convertirse en Sagrados Protectores de la Ciudad (y no Co-Patrón como se le adjudica al Nazareno erróneamente), a la vez que Cabeza ya era Regidora a Perpetuidad y Patrona de la Ciudad. Se calcula que el 20 % de las familias han perdido sus viviendas. Todos los edificios públicos y aún los religiosos, se han visto afectados. Una de las torres defensivas de la costa, la del Chucho, se ha derrumbado. Se agrieta el Castillo de Carchuna, se procede a la demolición de diversas construcciones y se tienen que montar en las plazas públicas, especialmente la Mayor (la de España en la actualidad) barracas de madera y anea para que en estas se refugien los motrileños que todo lo han perdido.

80 años después, a las nueve y ocho minutos de la noche del 25 de diciembre de 1884, la tierra vuelve a temblar como hiciera en un pasado. Echa abajo 15 casas, destroza parcialmente otras setenta, provoca cuatro muertos, hiere a más de cincuenta vecinos, derruye parte de los Hospitalicos (u Hospital de Santa Ana), afecta a la cárcel, la Casa de Telégrafos, el Ayuntamiento, el Convento de la Victoria y el de Capuchinos. El terremoto igualmente demuele la tribuna de la Puerta de Granada, la torre de la Iglesia de la Victoria, parte del Hospital… Conocido como el terremoto de Andalucía, tuvo su epicentro en Arenas del Rey, una magnitud de 7 en la escala de Richter, afectando principalmente a Albuñuelas del Valle, Dúrcal, Cónchar y Arenas. Los estragos, dada su fuerza que se extendió por un total de 8.400 kilómetros cuadrados, no tenían parangón: 839 muertos, 1,500 heridos, 1.700 edificios destruidos, 4.400 gravemente afectados y obligó a repara más de 13.000 viviendas. Se necesitó la aportación de doce millones de las pesetas del momento, una cantidad ciertamente elevadísima.

Este segundo movimiento sísmico de intensidad, determina definitivamente el Voto de la Ciudad y el ritual a seguir. Así, el 25 de diciembre la Imagen de Jesús Nazareno marchaba hacia el Santuario de la Cabeza, para, toda vez incorporada al cortejo las andas de la Patrona, se regresara a la Mayor (Encarnación) y se dispusiera la celebración de los Solemnes Cultos que culminando el 13 de enero con la Función Principal del Voto de la Ciudad, concluyera con la procesión habitual de regreso hacia el Santuario, donde allí quedaba de nuevo la Patrona mientras que Jesús Nazareno, dotado de un artificio barroco en su interior, procedía a bendecir los campos de Motril.

Este Voto existe también en la ciudad de Granada. El 26 de diciembre, toda vez que ya se conoce lo que ha sucedido en otras poblaciones de la provincia, y que en Granada los efectos casi que no se han notado, el Ayuntamiento acuerda agradecer la función salvífica de la Patrona, la Virgen de las Angustias, haciendo Voto en Acción de Gracias que renueva todos los años en este día. Por su parte, Albolote celebra el día procesionando al Cristo de la Salud. En Lanjarón, las procesiones de los Santos Patronos se realizaba el mismo 24 de diciembre con profusión de cohetes y fuegos de artificio. Hay Solemnes Misas de laudas en Arenas y en Loja.

En Motril, el 25 de diciembre se ha borrado por completo de la celebración religiosa. Fue en las épocas inmediatamente posteriores al Concilio Vaticano II y en concreto en el recién estrenado 1975. Era arzobispo de Granada don Emilio Benavent Escuín y como Arcipreste de Motril y Párroco de la Encarnación, el presbítero don Pedro Olmedo, que entre los castizos de la ciudad terminó conocido como don Pedro el Cruel, dada su actitud nada evangélica en el ejercicio de su Ministerio. Este, aconseja que los tiempos de Navidad no son los oportunos para mantener la procesión habitual en torno a la rememoración de los terremotos que afectan en el pasado a Motril. Tras un siglo entero, había que cambiar la historia. Lo curioso es no era procedente una procesión con una Imagen de Jesús Nazareno en Motril, pero al parecer no sucede nada con una Dolorosa en Lanjarón o un crucificado, como todavía hoy sigue, en Albolote, foto que arriba del párrafo pueden ver.

La recomendación no fue oída y como desde hacía casi un siglo, salió la Imagen del Nazareno y solventó las prohibiciones parroquiales. Debía tener cierto poder el referido párroco, que puso en conocimiento de las autoridades competentes lo sucedido, al tiempo que el entonces hermano mayor de los nazarenos motrileños, Juan José Escribano González Carrascosa es citado en Palacio Arzobispal para dirimir el asunto. Juanjo Escribano se niega a aceptar la propuesta eclesial. Argumenta que tras 90 años de tradición, iniciada por cuestiones de tal seriedad y en respuesta a la devoción de un pueblo entero, no ha de cambiarse la fecha fijada para el inicio de la rememoración religiosa ni de los Oficios del Voto; la tensión en la Sala de Audiencias Arzobispal va en aumento. El régimen franquista sigue vivo, el poder de la Iglesia no ha de ponerse en cuestión todavía y la perniciosa influencia del Concilio es enorme. La fiesta de Navidad es sagrada y no puede interrumpirse por esta procesión, que entienden desde la Curia, es más propia de Semana Santa. Se llega incluso, si no se depone en la actitud, a amenazar con la “excomunión”. El joven Juanjo Escribano, de 29 años de edad, desiste en su intento por salvar una tradición y la propia historia local. Desde enero de 1975, la Celebración que nos ocupa es menos veraz, menos cierta y menos histórica. Se reserva el 7 de enero (marcado como fin de la Navidad tras la Epifanía) para su inicio, un Quinario venido a menos, un Voto que se ha conseguido recuperar gracias al Partido Popular (a Dios lo que es de Dios y a César lo que es de César) y una procesión del trece de enero, con 207 años a sus espaldas, cateta, soez y poco cuidada.

Yo llamo a la rebeldía, y sobre todo a que las injerencias del Vaticano II no corrompan algo de tan motrileñísimo calado y razón de ser como pocas otras fechas. El mismo 1 de enero arranca el Quinario al Gran Poder de Sevilla; y digo yo que tampoco en esta ocasión, estamos ante algo comprensible, pues se reviste de cera y flor el Altar de una imagen pasionista en medio de la Navidad. Igualmente recuerdo las procesiones del 25 de diciembre por la provincia de Granada (¿cómo es que el Arzobispo Benavent prohibió la motrileña y no pudo con la de Albolote, por ejemplo?); y si vamos a más, habrá que decirles a quienes quieran oírlo, que la misma Iglesia ha reconocido que Cristo, en efecto, no tuvo por qué nacer en esta fecha y se desconoce la original. Y si Roma ha reconocido esto… ¿Cómo puede entrar en roce una celebración histórica con otra, si esta segunda significó el salvavidas al que se abrazó el pueblo de Motril ante tamaña catástrofe? ¿Cómo podemos ser tan puristas y no darnos cuenta que a lo mejor, estamos cargándonos una tradición honda y sentida, religiosa como pocas? ¿Cómo este Motril es tan dócil, tan indolente, tan olvidadizo y tan dado a perder sus tradiciones y su historia?

Yo os llamo a todos. Yo apelo a que recuperemos el verdadero sentido de la Solemne Festividad relacionada con los terremotos de 1804 y 1884; que el día festivo del 25 de diciembre, las calles de Motril (con todos los motrileños ese día en la patria chica, y no un 7 de enero, laborable y donde se ha iniciado la diáspora de los que vivimos fuera) queden tomadas por las dos Imágenes más queridas y representativas. Que se pueda poner en la calle un cortejo decente, lógico y decoroso. Que la historia se recupere y se rememore como es debido. Y que al fin, a Motril se le devuelva lo que le es propio. Confío en ello.