jueves, 2 de diciembre de 2010

Sólo nos queda el recuerdo

Siete años de trabajo, un resultado de 900 páginas. El libro propone un recorrido por 10 rutas o itinerarios locales que desmigan la historia, el urbanismo, el recuerdo del patrimonio que fue, el guiño al que es y por donde se mezclan un total de 1.900 motrileños. Al esfuerzo titánico se le añade la referencia a más de 83 autores locales, el completo y útil índice onomástico y la cuidada selección fotográfica que hacen de esta obra, el compendio más grande antes visto de memoria histórica y visual de Motril.

El autor no ha ganado un Planeta y no escribe en semanarios especiales de repercusión nacional. Pero dejó en cueros los 330 asientos del Teatro Motrileño. 450 personas se colaron, con el miedo evidente de más de un concejal y miembros del equipo de gobierno municipal de que el Paraíso no aguantara tantas personas. En la puerta me cuentan, medio centenar más. Una noche poco apacible, lluviosa, húmeda y con un frío impropio de este trópico costero. Desde Oviedo o Levante, de Madrid a Sevilla y desde Granada a la vuelta de la esquina, 500 personas para hacerse con un ejemplar de la obra que desde el viernes pasado, se convierte en el diccionario de consulta de Motril.

Los que compartimos sangre y apellido con él lo conocemos de largo. Yo llevo en ese empeño 30 años, tantos como los que tengo. Su poesía es producto de un experimento de laboratorio, donde los mejores ecos y los más locuaces ritmos de las generaciones del 98, del 27, del 36 y de la social y denunciante del 50, se han dado la mano. Es en definitiva, la heredera directa, la nieta e hija de los poemarios más plausibles de los últimos cien años.

Su forma de decir las cosas, de recitar, de leer, de mostrarse jovial y sin renunciar ni por asomo a un gracejo que está en manos de muy pocos, una marca de la casa. La manera en la que consiguió a algunos arrancarnos unas lágrimas recordando a nuestro Tío Rafael el otro día, un bien en propiedad de quien les hablo. No me cabe duda que la bonhomía tiene su alfa y su omega en la manera de entender la relación con los demás que el autor lleva gastando hace 55 años. Médico, poeta, ensayista, articulista, novelista y motrileño. ¡Bueno, como pocos! Y padre que acaba de dar en adopción a quien interese, a una criatura que es el mejor parto intelectual que en los últimos tiempos había visto la ciudad de la zafra, el trapiche y la melaza. No hace falta presentación: es Jesús Cabezas Jiménez.

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