viernes, 24 de diciembre de 2010

La primera navidad cristiana de Motril

Tomada en 1489, ese diciembre ni el Nacimiento del Hijo de Dios trajo calma a la población, con más de dos millares de almas que se resistían a ser cristianas. En 1490 pareció perdida, y en 1492, retomada definitivamente, en cuanto los musulmanes se enteraron que Granada había caído. Muchas desgracias juntas como para pensar en la defensa de un pequeño trozo de la inmensa tierra que hasta ayer fue de los hijos de Alá.

Al único que parecía irle bien era a don Francisco Ramírez de Madrid, que demostrada su valentía cuando Salobreña cayó en manos cristianas, ganó el favor de los Reyes. Y estaba quedándose con todas las propiedades que podía. Ya era dueño del castillo de Aixa-al Horra, de las tierras de la madre del último rey moro, de la aduana de la Plaza de la Villa... ¡Y además corregidor!

La casa de la Torrecilla, cerca de la puerta de Castell de Ferro, ya había sido despejada para que allí habitase Alonso de Campos, un cura rechoncho y tonsurado, amigo de recias comidas y de un endemoniado acento que todo lo convertía en extraño. Desde el alejado valle del Pas, el cura había puesto sus reales en Motril. Primero bendijo, por orden de Fray Hernando de Talavera, el arzobispo enchufado por confesor de Isabel la Católica, (o así pensaba Alonso) la Mezquita Aljama, que consagró a Santiago Apóstol. Luego, reformó el templo y recibió de Granada lo indispensable para abrirlo al culto.

Eso pasaba un 25 de julio, pero sería ahora, en las navidades de 1493, cuando Alonso de Campos tuviera el lugar y el momento de hablar claro al hatajo de infieles que amparaba Fray Hernando y el Conde de Tendilla, también Marqués de Mondéjar. Estaba bien harto de ese Hamet Abenfoto, que no había sido capaz de mostrar un poco más de respeto a Castilla, y cambiar su nombre por otro que todo buen cristiano entendiera. Además, ¿de dónde sacaba los maravedíes para comprar moliendas, marjales y casas?

Y claro, no se quedaba atrás Abraham Açahatar, ni el resto de judíos que no tuvieron bastante con querer la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, sino que sin respetar lo dicho y dispuesto por los Señores Reyes, no se fueron como la mayoría de judíos el pasado año, cuando así lo decretaron los soberanos de España.

No, no estaba contento Alonso de Campos; no podía estarlo porque esta ciudad no era ni de lejos cristiana; porque no acudían a la Iglesia, que tan bien quedó y con tanto esfuerzo se fue levantando. Y no estaba contento, porque aquel Motril de finales de 1493, era lo más parecido a Berbería, que jamás nadie soñara, y llevaba ya unos años en manos de los ínclitos Isabel y Fernando, que lo consagraron a Dios.

En estos pensamientos andaba el recio cura pasiego, mientras en el exterior de la modesta Iglesia de Santiago, todo seguía su curso. Era viernes, y se reunía, como cada viernes, los designados por el Corregidor de Granada para dirimir sobre las aguas de la acequia, en las casas capitulares. Corría frío, que venía desde la Alquería de Pataura ese diciembre. Los vecinos de Salobreña, hacían pagar muy caro el pescado a los motrileños, por lo que estos acordaron que la caza de los montes de Bates y Paterna sería para su propio consumo. La seda sería recogida en primavera, y ojalá que tuviese el mismo éxito que otros años, porque la lucha entre cristianos y moriscos había debilitado a unos y a otros. Y en pocos días nacería el Hijo de Dios, en una villa que perdía a diario sus gentes, embarcadas hacia tierras de África, después de ocho siglos sintiendo suyo a Motril y con pocos, muy pocos cristianos viejos que se alegrarían la noche del 25, de la fiesta de la natividad.

Fátima saludó a Hamet, que llegaba (normal en estos últimos meses) apenado a su casa del Curucho, donde habían terminado viviendo.

-Hamet, ¿qué te pasa? ¿Por qué esa cara?

-Fátima, por Dios y su profeta, te he dicho muchas veces que no uses más el hijab, porque los cristianos no les gusta que lo llevéis, aunque nuestro rey firmara con los de ellos el respeto a nuestras tradiciones.

-Bueno, Hamet. Sea, pero toma, prueba este alfajor. A ver si así alegras la cara.

-¿Sabes, Fátima? Deberíamos vender tus alfajores y tus dulces de manteca. Ahora en diciembre son muy apetecibles y reconstituyentes. Y nos vendría muy bien.

-Sí, Hamet, sí. Anda, no digas más tonterías; los cristianos no dejaran de tomar sus grasas y sus cerdos, y menos en las fiestas del nacimiento de su Dios.

¡Qué hombre este! Que ahora por diciembre, venda mis dulces de manteca...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Motril y la reina Juana

Se cumplen en estos días la efemérides de dos mercedes reales que otorga a la entonces Villa de Motril la Reina Juana de Castilla, (prueba de que su reinado no fue nominal como muchos se empeñan) siguiendo los pasos de sus padres los Reyes Católicos e inaugurando así una larga lista de prebendas y de gracias regias que continuarán reyes como el Emperador Carlos, Felipe II, Felipe IV y Felipe V, entre los más destacados.

Entre el 9 y el 19 de diciembre de 1511 (hace ahora 499 años), la reina dispone que Motril cuente con soldados propios para su defensa y exime a los motrileños, con el fin de favorecer el asentamiento de los pobladores en la Villa, de la obligación continuada de tener que albergar a soldados y costear su manutención. Si esto les parece baladí no lo fue, y determina progresivamente el dominio de Motril sobre las poblaciones vecinas, que con el paso del tiempo, termina por significar que se convierta en la población cabeza de su comarca, como siglos después, persiste.

domingo, 5 de diciembre de 2010

La conquista de Motril

El 5 de diciembre de 1489 las tropas cristianas bajo el pabellón de los Reyes Católicos conquistaban Motril, de modo que tal día como hoy, se cumplen 521 años de tamaño acontecimiento. Bien es cierto que la conquista fue efímera, pues siete meses después la población musulmana, que era la totalidad de la que residía en la villa, se levanta en armas y expulsa a la escueta guarnición militar encargada de someter para los cristianos la población. Será en el verano de 1491, a punto de expirar el reino musulmán de Granada, cuando la conquista cristiana sea definitiva y se proceda a la pacificación progresiva de la villa, a pesar de las sublevaciones levantiscas que se irán repitiendo pero sin el éxito de la alcanzada en julio de 1490.

Motril ha presumido desde siempre de un pasado anterior al asentamiento musulmán, aunque bien es cierto que nada nos hace atestiguar que en efecto hubiera sido así. Los pueblos comerciantes, tanto fenicio como romano, buscarían las líneas costeras y la existencia de pequeños asentamientos poblacionales, o bien la geografía idónea, para fundar sus propias ciudades. Motril, aunque próxima al mar, dista lo suficiente para que estas cualidades no se dieran y propiciaran un pasado más allá del musulmán. Sí es cierto que en el siglo IX tenemos una referencia a Motril, en la época del Califato Cordobés, inclinándonos a pensar que el germen motrileño como conglomerado urbano, tuvo que nacer precisamente tras el asentamiento definitivo del Califato, mediado el siglo IX, quizás antes.

El esplendor de Motril se alcanza durante el reino nazarí de Granada. Pero bajo la tutela o influencia de otras poblaciones tales como Salobreña. El motrileño fue dependiente de la villa vecina hasta la conquista, por lo que la nueva época patentizada por la llegada y conquista cristiana es sin lugar a dudas, la etapa del florecimiento de Motril, cuando se consiga superar a las ciudades vecinas y se convierta en la cabeza administrativa, comercial, religiosa y jurídica (y hoy día, en todo término institucional) de la comarca. Es decir, el verdadero momento de esplendor le llega a Motril con los cristianos, aunque los empréstitos comerciales del azúcar y la seda, ya estaban asegurados desde el periodo musulmán.

La celebración un día como este de la conquista cristiana debe ser festivo por partida doble: por un lado, la propia efemérides. Considero que 521 años es una fecha lo suficientemente importante como para tener en cuenta. De otro, la trascendencia que este cambio de poder acarreará a Motril. Por no decir que el sustrato social de Occidente, pese a quien peses, sigue alojado en los tuétanos del cristianismo; no podemos olvidarnos de ninguna etapa del pasado, menos en esta parte de la geografía donde al-Andalus alcanzó las más altas cotas de esplendor cultural. Pero sin duda, la entrada de las tropas bajo el gobierno de los Reyes Católicos, significará un antes y un después en la entonces villa, que la llevará pausadamente a ser lo que es.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Sólo nos queda el recuerdo

Siete años de trabajo, un resultado de 900 páginas. El libro propone un recorrido por 10 rutas o itinerarios locales que desmigan la historia, el urbanismo, el recuerdo del patrimonio que fue, el guiño al que es y por donde se mezclan un total de 1.900 motrileños. Al esfuerzo titánico se le añade la referencia a más de 83 autores locales, el completo y útil índice onomástico y la cuidada selección fotográfica que hacen de esta obra, el compendio más grande antes visto de memoria histórica y visual de Motril.

El autor no ha ganado un Planeta y no escribe en semanarios especiales de repercusión nacional. Pero dejó en cueros los 330 asientos del Teatro Motrileño. 450 personas se colaron, con el miedo evidente de más de un concejal y miembros del equipo de gobierno municipal de que el Paraíso no aguantara tantas personas. En la puerta me cuentan, medio centenar más. Una noche poco apacible, lluviosa, húmeda y con un frío impropio de este trópico costero. Desde Oviedo o Levante, de Madrid a Sevilla y desde Granada a la vuelta de la esquina, 500 personas para hacerse con un ejemplar de la obra que desde el viernes pasado, se convierte en el diccionario de consulta de Motril.

Los que compartimos sangre y apellido con él lo conocemos de largo. Yo llevo en ese empeño 30 años, tantos como los que tengo. Su poesía es producto de un experimento de laboratorio, donde los mejores ecos y los más locuaces ritmos de las generaciones del 98, del 27, del 36 y de la social y denunciante del 50, se han dado la mano. Es en definitiva, la heredera directa, la nieta e hija de los poemarios más plausibles de los últimos cien años.

Su forma de decir las cosas, de recitar, de leer, de mostrarse jovial y sin renunciar ni por asomo a un gracejo que está en manos de muy pocos, una marca de la casa. La manera en la que consiguió a algunos arrancarnos unas lágrimas recordando a nuestro Tío Rafael el otro día, un bien en propiedad de quien les hablo. No me cabe duda que la bonhomía tiene su alfa y su omega en la manera de entender la relación con los demás que el autor lleva gastando hace 55 años. Médico, poeta, ensayista, articulista, novelista y motrileño. ¡Bueno, como pocos! Y padre que acaba de dar en adopción a quien interese, a una criatura que es el mejor parto intelectual que en los últimos tiempos había visto la ciudad de la zafra, el trapiche y la melaza. No hace falta presentación: es Jesús Cabezas Jiménez.